Mezcala, el espejo enterrado
Mezcala, el espejo enterrado
Por Juan S. Larrosa-Fuentes
Publicado originalmente el 29 de septiembre de 2014.
En días pasados, la comunidad indígena de Mezcala se enteró que, luego de quince años de litigios, una resolución del Tribunal Agrario les devolvió un pedazo de tierra de diez hectáreas, las cuales han sido ocupadas ilegalmente por el empresario Guillermo Moreno Ibarra. Estas tierras están ubicadas en la isla de Mezcala, dentro del lago de Chapala, y han pertenecido desde hace muchos años a la comunidad coca. (Algo así como antes de que México fuera México.) El 18 de septiembre se emitió esta resolución jurídica y diez días después, en el buscador de noticias de Google solamente aparecía una columna periodística relacionada con el tema (“Los de Abajo” de Gloria Muñoz Ramírez). Por otros medios encontré sendos artículos de opinión de Miguel Bazdresch y Augusto Chacón, y una nota informativa en el portal desinformemons.org. En el fondo de las buenas noticias para la comunidad coca, vuelve a aparecer un espejo que está escondido en el cajón de la historia, y que tanto nos disgusta a los mexicanos. Es el espejo del racismo y la discriminación.
Ver video, Mezcala: voces emergentes de la tierra
Para desempacar algunos de los significados de esta noticia y para iluminar algunas de sus caras ocultas, vale la pena pensar en una historia ficticia y poco probable en nuestra sociedad. Imagina que un día llegas a tu casa y la encuentras modificada. Tu casa está ubicada en una de las colonias más ricas de la ciudad. Ante tu sorpresa, la casa tiene nuevas ventanas y la fachada está pintada de otro color. Cuando intentas abrir la puerta, te percatas que tus llaves ya no funcionan porque instalaron nuevas cerraduras. Entonces tocas a la puerta. Después de unos momentos aparece un señor que te resulta completamente desconocido y te comunica que él es el nuevo dueño de la casa. Si realmente tú eres tú, es decir, un ciudadano que habita en uno de los fraccionamientos más ricos de la ciudad, bastará con que llames a la policía para desalojar a los intrusos. Y si el usurpador se atrinchera en tu casa, al día siguiente la prensa publicará la historia a ocho columnas, pues resultará completamente anómala esta situación y por puesto, digna de interés periodístico. La situación anterior es ficticia y difícilmente podremos encontrar una que se le parezca en la realidad. La propiedad privada de las clases sociales medias y altas tiene un mejor resguardo legal y práctico, que la de otros sectores de la población. A nadie le pasa por la cabeza llegar como paracaidista a una casa de Colinas de San Javier a alguna finca de Ajijic. Y en caso de que ese paracaidista realmente se animara a llevar a cabo su tarea, basta con que los dueños llamen a una patrulla para que se lleven al intruso. Esa llamada de auxilio tendrá un efecto inmediato y no tardará, como en el caso de la comunidad coca, quince años en surtir efecto.
En el caso de la visibilidad del caso a través de los medios de comunicación, el mecanismo tiene una lógica de operación muy similar. La sociología de la producción de noticias ofrece un concepto llamado “valor noticioso”. Este concepto, entre otras cosas, explica cómo es que editores y reporteros seleccionan qué acontecimientos son noticiables y cuáles no. En el caso que nos ocupa es evidente que un valor noticioso que opera para decidir si la restitución de una tierra es noticia o no, refiere a quién es el protagonista de la historia. No es lo mismo que el protagonista de la nota sea el líder de la COPARMEX, un presidente municipal o una comunidad indígena.
La presencia del tema y personajes indígenas en los medios de comunicación mexicanos es escasa e inequitativa. Ejemplos para documentar esta afirmación hay muchos. Hace apenas unas semanas, en agosto, llegó una marcha de comunidades wixárikas a Guadalajara para exigir la restitución de una tierras, en un caso similar al de Mezcala. La cobertura informativa también fue escasa, pues apenas unos cuantos medios retomaron el tema. El caso del EZLN es paradigmático, pues logró romper esta barrera a través de la construcción un personaje como Marcos, quien logró convertirse en un elemento atractivo para las redacciones periodísticas. Sin embargo, la triste ironía de esta botarga, como él mismo se autodenominó, es que Marcos fue interpretado por un hombre mestizo. Luego de veinte años, los zapatistas reconocieron la utilidad de un dispositivo mediático como Marcos, pero también lo artificial que por momentos resultó el efecto de esta estrategia, pues para los medios a veces era más importante, por ejemplo, la salud de la botarga, que la del movimiento zapatista. Pero hay muchos otros temas indígenas importantes en el país y que son reportados de una manera exigua, como otros despojos a asentamientos indígenas en los casos de Michoacán o Sonora, tan solo por nombrar a algunos.
Por otro lado, la imagen y la figura del indígena en los medios de comunicación cobra otro papel cuando se trata de hablar del pasado histórico y de la cultura como folklor. En esos contextos se les describe como un colectivo, y ahí, la presencia indígena ocurre con frecuencia y no es problemática. Los periódicos o video documentales que trabajan sobre temas de cultura o turismo, suelen de escribir acerca de los indígenas y sus costumbres. Resulta muy atractivo hablar de ellos como portadores de la historia mexicana, pero eliminando cualquier referencia a contradicciones políticas. Por ejemplo, El Informador recientemente publicó un reportaje sobre la isla de Mezcala en donde se presenta el lugar como un idílico espacio que nostálgicamente vive su pasado indígena. Se describe a los cocas como indígenas pescadores y artesanos textiles. El autor invita a los paseantes a visitar el pasado de la isla, pero omite hablar de su presente y sobre sus luchas políticas. Esta naturalización histórica, como se demuestra una y otra vez, despolitiza el presente.
La resolución jurídica que favorece a la comunidad coca de Mezcala es una muy buena noticia, especialmente dentro de un sistema de justicia tan deficiente como el mexicano. La resolución nos recuerda que lejos estamos de vivir en un país en donde la discriminación y el racismo esté eliminado. México es un país que gusta de ver a los a los indígenas como parte de su memoria histórica, pero le incomoda ver a estas comunidades en el tiempo presente.
Mezcala es parte de ese espejo de la discriminación que los mexicanos enterramos una y otra vez en nuestra memoria. Esta operación, la del entierro del espejo, es completamente imaginaria, porque Mezcala existe en el presente.